El poder de Dios en tu
debilidad
Participamos
de su debilidad, pero por el poder de Dios
viviremos
con Cristo para servirlos a ustedes.
2º Corintios 13:4(NVI)
“Yo
estoy contigo; eso es todo lo que necesitas.
Mi
poder se muestra mejor en los débiles”.
2º Corintios 12:9 (BAD)
A Dios le encanta usar a los débiles.
Todos tenemos debilidades. Es más, tú
tienes un manojo de defectos e imperfecciones: físicos, emocionales,
intelectuales y espirituales. También tienes un sin fin de circunstancias
incontrolables que te debilitan, como las limitaciones financieras o
relacionales. Lo más importante es qué haces con ellas. Solemos negar nuestras
debilidades, las defendemos, las excusamos, las ocultamos y las resentimos. Eso
le impide a Dios usarlas de la manera que desea hacerlo.
La Biblia dice: “Dios escogió lo débil... del mundo para avergonzar a los poderosos”
(1 Corintios 1:27,
PAR). Tus debilidades no son un accidente. Dios deliberadamente las permitió en
tu vida con el propósito de demostrar su poder a través de ti.
Una debilidad, o “aguijón” como Pablo lo
llamó (2 Corintios 12:7),
no es un pecado ni vicio ni un defecto de carácter que puedas cambiar, como la
gula o la impaciencia. Una debilidad es cualquier limitación que tengas o
heredaste y no tienes poder para cambiarla.
Cuando piensas en las limitaciones de tu
vida, puedes ser tentado a concluir: “Dios nunca podría usarme”. Pero a Dios no
lo detienen nuestras limitaciones. De hecho, Él disfruta poner su poder en
envases comunes. La Biblia dice: “Pero
tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder
viene de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4:7, NVI). Igual que la artesanía común, somos
frágiles, defectuosos y fáciles de quebrar. Pero Dios nos usará si le
permitimos trabajar por medio de nuestras debilidades. Para que esto ocurra
debemos seguir el modelo de Pablo.
Reconoce
tus debilidades. Admite tus imperfecciones. Deja de
pretender que tienes todo bajo control y sé honesto contigo mismo. En vez de
vivir negando o dando excusas, toma tiempo para identificar tus debilidades
personales. Puedes hacer una lista de ellas.
Dos grandes confesiones en el Nuevo
Testamento ilustran lo que necesitamos para vivir saludablemente. La primera
fue de Pedro, que le dijo a Jesús: “Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). La segunda fue de Pablo, que le
dijo a la multitud idólatra: “Sólo somos
seres humanos iguales a ustedes” (Hechos 14:15, PAR). Si quieres que Dios te use, debes conocer
quién es Dios y quién eres tú. Muchos cristianos, sobre todo líderes, olvidan
la segunda verdad: ¡Sólo somos humanos! Si necesitas una crisis para
reconocerlo, Dios no vacilará en concedértela, porque te ama.
Alégrate con tus debilidades.
Pablo dijo: “Por eso, prefiero sentirme
orgulloso de mi debilidad, para que el poder de Cristo se muestre en mí. Me
alegro de ser débil, de ser insultado y perseguido, y de tener necesidades y
dificultades por ser fiel a Cristo. Pues lo que me hace fuerte es reconocer que
soy débil” (2 Corintios12:9-10a, BLS). Al principio esto no tiene sentido; aspiramos a ser
libres de nuestras debilidades, ¡pero nos alegramos con ellas! Sin embargo, el
contentamiento es una expresión de fe en la bondad de Dios. Eso dice: “Dios,
creo que me amas y sabes lo que es mejor para mí”.
Pablo da muchas razones para alegrarnos
con nuestras debilidades. Primero, nos hace depender más de Dios. El apóstol,
refiriéndose a su propia debilidad que Dios no quiso quitarle, dijo: “Yo estoy feliz plenamente con “mi
aguijón”... porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10, PAR).
Cuando te sientas débil, Dios te estará recordando que dependes de Él.
Nuestras debilidades también previenen la
arrogancia. Mantienen tu humildad. Pablo dijo: “Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones,
una espina me fue clavada en el cuerpo... para que me atormentara” (2 Corintios 12:7, PAR). A
menudo Dios nos conecta a una debilidad o una fortaleza mayor para mantener
nuestro ego controlado.
Nuestras debilidades también nos animan al
compañerismo entre los creyentes. Mientras la fuerza cultiva un espíritu
independiente (“Yo no necesito de nadie”), nuestras limitaciones muestran
cuánto nos necesitamos unos a otros.
La mayoría de todas nuestras debilidades
aumenta nuestra sensibilidad relacional y ministerial. Tus grandes mensajes de
la vida y tu ministerio más eficaz surgirán de tus heridas más profundas. Las
cosas que más te apenan, las que más te avergüenzan, y las que menos quieras
compartir, son las herramientas que Dios puede usar con más poder para sanar a
otros.
Comparte sinceramente tus debilidades. Ministrar
empieza con vulnerabilidad. Quítate la máscara y comparte todo lo que guardas,
tus luchas, de manera que Dios pueda usarte en servir a otros.
Pablo mostró su vulnerabilidad en todas
sus cartas.
Expresó son sinceridad:
· Sus
fallas: “Cuando quiero hacer lo bueno, no
lo hago, y cuando trato de no hacer lo malo, eso hago”. Romanos 7:19 (BAD)
· Sus
sentimientos: “Yo te dije todos mis
sentimientos”. 2Corintios 6:11 (BAD)
· Sus
frustraciones: “Fuimos realmente
agobiados, abrumados, y temimos que nunca podríamos volver a vivir a través de
esto”. 2 Corintios 1:8(BAD)
· Sus
temores: “Cuando yo vine a ti, estaba
débil, temeroso y estremecido”. 1 Corintios 2:3 (NVI)
Dios quiere usar tus debilidades, no sólo
tus fortalezas. Si todo lo que la gente ve son tus fortalezas, se desalientan y
piensan: “Bien, qué bueno por él o ella, pero yo nunca podré hacerlo”. Sin
embargo, cuando ven a Dios usándote a pesar de tus debilidades, eso los
consuela y piensan: “¡Puede ser que Dios me use!” Nuestras fortalezas crean
competencias, mientras que nuestras debilidades producen comunión.
Gloríate en tus debilidades. Pablo dijo: “De mi no haré alarde, sino de mis
debilidades” (2Corintios 12:5b, BAD). En vez de mostrarte autosuficiente e insuperable,
obsérvate a ti mismo como un trofeo de gracia. Cuando Satanás apunte a tu
debilidad, acuérdate de Dios y llena tu corazón con alabanza a Jesús, que “entiende cada debilidad nuestra” (Hebreos 4:14, PAR), y al
Espíritu Santo, que “nos ayuda en nuestra
debilidad”. Romanos 8:26a
DÍA
TREINTA Y CINCO
PENSANDO
EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión:
Dios trabaja mejor si reconozco mi debilidad.
Versículo para recordar:
“Te basta con mi gracia, pues mi poder se
perfecciona en la debilidad”. 2º Corintios 12:9 (NVI).
Pregunta para considerar:
¿Estoy limitando el poder de Dios en mi vida tratando de ocultar mis
debilidades? ¿En qué necesito ser honesto de manera que pueda ayudar a otros?
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