miércoles, 17 de junio de 2020

LA GRACIA EN EL SUFRIMIENTO

    La depresión es un tipo de sufrimiento. Hay momentos en que alguien puede experimentar algunos días de tristeza que son difíciles de explicar. Pero también hay personas que pasan épocas largas con debilidad y poco ánimo para vivir. Para ambas situaciones hay gracia de parte del Señor. El creyente debe creer que Dios nos puede dar la gracia necesaria para ver sus promesas y poder confiar más profundamente en Él durante esta etapa difícil de la vida.

    Como comenté anteriormente, hace unos años viví un periodo de depresión profunda. Durante ese tiempo no tome ningún tipo de antidepresivo, pero me ayudó el tener una dieta saludable y abundante. Me di cuenta de que si no consumía las calorías que necesitaba diariamente, era mucho más propenso a una tristeza más profunda. El ejercicio fue un medio de gracia para mantenerme a flote. Sin embargo, lo más importante de todo fue la Palabra de Dios.

    Me di cuenta de que mi depresión estaba atada a mi sentido de vivir centrado en mí. Había situaciones en mi vida que no eran de mi agrado, y pensaba que no merecía estas cosas. Para salir de la depresión comencé con el arrepentimiento. Miré áreas de mi vida donde no estaba confiando en Dios y confesé mis pecados. Busqué el perdón de Dios y su presencia en mi vida. Con esto llegó el poder predicarme las verdades de la Palabra que no estaba creyendo. Me recordaba constantemente que Dios es bueno, que Él no me abandona, que Él está conmigo. En algunos días sentía que Dios estaba lejano, pero aún así continuaba recordando para mí mismo las verdades del evangelio.

    Mi esposa fue un medio de gracia muy importante. Para ella esta época fue una sorpresa, pues se casó con un hombre energético, independiente, y alegre. Con todo, ella me sostuvo durante los días oscuros y me apuntó constantemente a las verdades del evangelio. En ese tiempo, el salvavidas que me mantenía a flote era recordar que soy un pecador perdonado.

    La dieta me ayudó, correr me ayudó, mi esposa me ayudó, pero el que me salvó fue Dios mismo.

        El Salmo 73 se convirtió en mi bálsamo. No puedo recordar cuánto lo leí, quizá fueron cientos de veces. Me podía identificar con el salmista que envidiaba la prosperidad de los impíos. El verso 17 se convirtió en mi grito de guerra: “Hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos”.

    Me di cuenta que lo que necesitaba era la presencia de Dios. No necesitaba que mis circunstancias cambiaran, sino al Dios inmutable. La dieta me ayudó, correr me ayudó, mi esposa me ayudó, pero el que me salvó fue Dios mismo. Sin la presencia de Dios hubiera seguido en un espiral de la cual quizá nunca hubiera podido salir. Mirando hacia atrás, ese tiempo se ha vuelto un periodo preciado en mi vida. Dios se volvió más precioso para mí, su evangelio tomo mayor valor y su presencia se convirtió en mi refugio. Con el salmista pude decir:

“¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?
Y fuera de ti, nada deseo en la tierra”,Salmo 75:25.
Y también,
“Más para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras”, Salmo 75:25.

    Si te encuentras en una espiral de depresión, te animo a que busques ayuda. Elimina la posibilidad de que el problema sea algo físico. En medio de todo, lo más importante es que la presencia de Dios sea tu bálsamo. En nuestra debilidad necesitamos ser animados recordando que Dios está cerca. Como él salmo 46 nos dice, “Él es un pronto auxilio en la tribulación”. Lo importante es que por el evangelio, por la muerte de Cristo, podemos acercarnos a Dios. Podemos entrar al santuario para que Dios se convierta en aquello de mayor valor. Cuando esto sucede, todo lo terrenal pierde valor y podemos regocijarnos en el Dios de nuestra salvación.

 -José Mercado, tomado de TGC

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Que prediques la Palabra Buenos días amados hermanos, Dios nos continúe bendiciendo en esta hermosa mañana. 2da a Timoteo 4:1-5 "Te sup...