Ps. César Rojas
Base Bíblica:
- Génesis 1:18
- Génesis 2:15
Génesis 2:15
Reina-Valera 1960
Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
1. Introducción.
Para descubrir lo que la biblia dice acerca de la mayordomía comencemos con el primer versículo: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1). Como el creador, Dios tiene derechos absolutos de propiedad sobre todas las cosas, y pasar por alto eso iniciando aquí, es como si el botón superior de la camisa o blusa no estuviera en el sitio correcto; así, nada volverá a alinearse. Ninguna otra cosa en la biblia, incluyendo la doctrina de la mayordomía, tendrá sentido o alguna verdadera importancia si echamos de menos el hecho de que Dios es el creador y tiene todos los derechos de propiedad.
No podemos perder de vista, el principio divino desde Génesis 2, cuando Dios toma al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase, el ser humano tenía el dominio, y las fuerzas de la naturaleza estaban a su disposición, pero a causa del pecado sabemos que el hombre perdió la disposición de guardar todo lo que Dios había entregado en su mano hasta el día de hoy, y por eso tendrá que responder.
Sin duda se establece la relación y afinidad del hombre con Dios, la adoración hacia Él, su comunión con el Creador, su servicio y lealtad hacia Él, la autoridad del hombre otorgada por Dios y la vida social en la presencia de Dios.
Desarrollo
1. La doctrina bíblica de la mayordomía define la relación del hombre con Dios. Identifica a Dios como el dueño y al hombre como el administrador, todos los creyentes en Cristo Jesús somos mayordomos. Dios convierte al hombre en su colaborador para administrar todos los aspectos de nuestra vida. El apóstol Pablo lo explica mejor diciendo, "Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios" (1 Corintios 3:9). A partir de este concepto, podemos ver con precisión y correctamente valorar no sólo nuestras posesiones, sino, lo que es más importante, la propia vida humana. En esencia, la mayordomía define nuestro propósito en este mundo que Dios mismo nos ha asignado. Es nuestra oportunidad dada por Dios el unirnos a él en su mundo y en el mover redentor eterno (Mateo 28:19-20). La mayordomía no se refiere a que Dios toma algo de nosotros, es su método de derramar sus abundantes dones a su pueblo.
2. En el nuevo testamento, dos palabras griegas representan el significado de la palabra "mayordomía". La primera palabra es epitropos, que significa "administrador, capataz o mayordomo". Desde el punto de vista del gobierno, significa "gobernador o procurador". A veces se usa en el nuevo testamento para referirse a "guardián", como en Gálatas 4:1-2: "Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre". La segunda palabra es oikonomos. También significa "mayordomo, gerente o administrador" y ocurre con mayor frecuencia en el nuevo testamento. Dependiendo del contexto, a menudo se traduce "dispensación, mayordomía, gerencia, organización, administración, orden, plan o formación". Se refiere principalmente al orden o a la administración de un hogar o de los asuntos domésticos.
Especialmente en los escritos de Pablo, la palabra oikonomos recibe su pleno significado en lo que él ve como su responsabilidad de predicar el evangelio como una comisión dada por Dios (1 Corintios 9:17). Pablo hace referencia a que su llamado proviene de Dios, y este llamado es la administración (mayordomía) de la gracia de Dios para un ministerio del misterio divino revelado en Cristo (Efesios 3:2).
3. Algo que también es importante en lo que Pablo está diciendo, es que una vez que somos llamados y colocados en el cuerpo de Jesucristo, la mayordomía que se requiere de nosotros no es resultado de nuestro propio poder o habilidades. La fortaleza, la inspiración y el crecimiento en la administración de nuestras vidas, debe venir de Dios a través del Espíritu Santo en nosotros; de lo contrario, nuestro trabajo es en vano y el crecimiento en la mayordomía es arrogante y meramente humano. Por consiguiente, debemos recordar siempre la única fuente de nuestra fortaleza en agradar a Dios: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). Pablo también dice, "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Corintios 15:10).
4. La mayoría de las veces, cuando pensamos en una buena mayordomía, lo hacemos en cuanto a cómo administramos nuestras finanzas y nuestra fidelidad en dar los diezmos y ofrendas. Pero en la medida que empezamos a ver, es mucho más que eso. De hecho, es algo más que simplemente la administración de nuestro tiempo, nuestras posesiones, nuestro ambiente o nuestra salud. La mayordomía es nuestro testimonio obediente a la soberanía de Dios. Es lo que motiva a los seguidores de Cristo a ser activos, haciendo obras que manifiestan su fe en Jesús. La mayordomía de Pablo consistía en proclamar lo que le fue encomendado, la verdad del evangelio.
5. La mayordomía define nuestra obediencia práctica en la administración de todo lo que está bajo nuestro control, todo lo que se nos ha confiado. Es la consagración de nuestra propia vida y de nuestras posesiones al servicio de Dios. La mayordomía reconoce en la práctica que no tenemos el derecho de controlarnos a nosotros mismos o controlar nuestras propiedades, Dios tiene ese control. Esto significa que como administradores de Dios, somos administradores de lo que pertenece a Dios, y estamos bajo su permanente autoridad mientras administremos sus asuntos. Una mayordomía fiel significa que reconocemos plenamente que no somos dueños sino que pertenecemos a Cristo, el señor, quien se dio a sí mismo por nosotros.
6. La recompensa del mayordomo, en Lucas 12:47-48
Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos. Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.”
El mandato del Señor es claro. Estén ceñidos nuestros lomos y nuestras lámparas encendidas. En el mundo antiguo, la vestimenta consistía en una túnica larga y era un poco incómoda para realizar las labores diarias. Entonces, los siervos debían ceñirse la ropa, es decir recoger los bordes de la túnica y guardarlas en el cinto; esto implicaba estar listos para la acción. Cuando los personajes ricos iban a las bodas orientales, tales bodas podían duras semanas o incluso meses; por ende, no se sabía la fecha exacta del retorno del amo. Los siervos debían tener sus lámparas llenas de aceite y encendidas, listas para poder iluminar las oscuras calles apenas supieran que el amo estaba regresando.
Aquí, el Señor está usando dos figuras para ilustrarnos una verdad espiritual profunda: la figura del siervo que vela y la figura del padre de familia que guarda su casa.
En el caso de los siervos que velan, el mandato es que ellos deben estar listos, preparados y velando, a la espera de la venida de su señor. No solo eso, sino que apenas este llame, le deben abrir enseguida. El amo no admite demora, ni retraso, ni negligencia en la ejecución de sus funciones. El judío dividía las horas de la noche en 3 partes: 3 vigilias, el romano las dividía en 4. El Señor Jesús nos dice que el amo puede llegar a cualquier hora de la noche, temprano, a la mitad de la noche o cuando ya está amaneciendo, igual los siervos deben estar preparados, velando y esperando su regreso. ¿Cuál es la recompensa? Estos siervos son dichosos, bienaventurados y felices porque si el Señor regresa y los haya preparados y velando, dice que El mismo se ceñirá la ropa, los hará sentar en la mesa y les servirá.
7. Conclusiones
El trabajo del mayordomo es, según el propio Señor, dar alimento a los habitantes de la casa a tiempo. Para esto, él debe ser fiel y prudente. Fidelidad implica confianza, carácter y prudencia nos habla de sabiduría y cordura. Este es puesto sobre toda la casa para administrar los bienes del amo en tanto este no está. Tal como en el caso de los siervos que esperan a su señor de las bodas, este mayordomo debe trabajar en ausencia de su señor. ¿Cuál es la recompensa? Ser hallado cumpliendo fiel a su deber y por ende ser recompensado por su señor con más trabajo. Un incremento en su autoridad, en su capacidad, en su administración. Vemos promoción, honra, dignidad como recompensas a la fidelidad y sabiduría de un siervo mayordomo que supo mantenerse ocupado y enfocado en las cosas que le delegó su señor. Vemos que los recursos que él tiene a disposición no son suyos, son del Señor que le encargo el trabajo. Vemos que su capacidad no está puesta para su beneficio personal, sino para dar a otros. Debe dar de comer la cantidad requerida (ración) a su tiempo. Ni demasiado, ni fuera de tiempo. Todo debe ir de acuerdo a un plan, a un presupuesto, a una guía. Nuestra guía es la Palabra de Dios hermanos y somos llamados a ser mayordomos de las cosas que el Señor nos ha encargado, no para nuestro propio beneficio, sino para la gloria de Dios por medio de la alimentación espiritual de aquellos quienes nos rodean, quienes necesitan del alimento del evangelio para salvación y/o alimento espiritual para edificación de sus almas.
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