Dios es el Señor del coronavirus
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan. (Salmos 24:1)
El pastor R.C Sproul dijo muy acertadamente:
“Si en el universo existiera un solo átomo que anduviera suelto y fuera de control , Dios dejaría de ser Dios.
Cuando pensamos en lo altamente contagioso que es este virus y al ver
el caos que se ha generado en el mundo, podemos pensar que todo esto
está fuera de control. Los reportes de los medios parecen cada vez más
dramáticos y podemos caer en la corriente de un mundo desesperanzado.
No hay nada que escape al señorío de Dios y esta situación nos está
dando una tremenda oportunidad para poner a prueba nuestra confianza en
esa verdad.
Cuando perdemos de vista la soberanía de Dios nos quedamos sin piso y
cualquier cosa nos mueve al pánico y la desesperación. Vuelve a tu
Biblia, vuelve a los Salmos especialmente y contempla ahí al Dios que
sentado sobre su trono lo gobierna todo.
Nuestro papel como iglesia
Como iglesia nuestra respuesta es en dos sentidos.
En un sentido vertical, debemos mantener nuestro púlpito
fiel a la biblia, pero también fiel a la esperanza. No podemos ignorar
lo que está pasando pero tampoco podemos generar pánico. También debemos
animarnos unos a otros a permanecer confiados, cuidando los unos de los
otros y sobre todo, no dejando de orar.
En un sentido horizontal; debemos ser cuidadosos de guardar
las restricciones y recomendaciones de los gobiernos en cuanto a las
reuniones públicas masivas, entendiendo que no es una prohibición al
ejercicio de la fe, sino una medida sanitaria que debe ser acatada,
mostrando así respeto por las autoridades y no plantear un desafío
arrogante. Es una tensión difícil de sobrellevar, después de todo
confiamos en el Señor, pero también debemos, mientras nos sea posible,
obedecer a las autoridades.
Tal vez esta sea una buena oportunidad para atesorar como nunca la
bendición de los grupos pequeños; poder fomentar la comunión a través de
reuniones en casa y el contribuir así el cuidado mutuo los unos de los
otros.
El Señor volverá pronto
Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni
habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han
pasado. (Apocalipsis 21:4)
No queremos ser cospiranóicos, de hecho, debemos más bien actuar con
sensatez, después de todo no estamos frente a la pandemia más letal de
la humanidad, lejos de eso. Sin embargo, no podemos dejar de pensar en
el deterioro de este mundo que agudiza cada vez más. El Señor prometió
regresar por segunda vez y estos eventos deben hacernos descansar en
esta esperanza.
Nuestras esperanzas no están puestas aquí, nuestros tesoros no están
aquí; un día, el Señor volverá y pondrá en orden todas las cosas. Un día
él restaurará todas las cosas y ya no habrá temores, ni enfermedades;
esta es la esperanza en la que nosotros descansamos y con la que debemos
alentarnos día tras día al mismo tiempo que alentamos a otros.
Podemos estar confiados, el Señor es Soberano.
Anunciemos la buena nueva a una humanidad que es evidentemente vulnerable.
Confiemos en el Señor y mantengámonos en unidad y comunión como iglesia.
Y por último, no desmayemos en nuestra esperanza.
¡Aleluya! ¡El Señor viene!
Anunciemos la buena nueva a una humanidad que es evidentemente vulnerable.
Confiemos en el Señor y mantengámonos en unidad y comunión como iglesia.
Y por último, no desmayemos en nuestra esperanza.
¡Aleluya! ¡El Señor viene!
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